Ahhhh, la familia…
Una sociedad como la que ha hecho posible casi todos mis sueños dista de ser perfecta pero se acerca mucho más a lo que aspiraba que la utopía que me prometieron en el sitio en que nací. En el más acá la economía determina todo y no como en la islita desdichada donde la ideología va por delante del pragmatismo más elemental. Como la mayoría de los cubanos que logramos “saltarnos la insularidad” ,como dice una buena amiga, asumí desde entonces la dulce obligación de ayudar económicamente a los míos, con el orgullo tremendo de haber logrado mi milagrosa transición sin faltar a lo que siempre considere mi deber sagrado; me costó muchas horas de consagración a uno, dos y a veces tres trabajos con el convencimiento blindado de que cada hora, cada día, cada semana me acercaban tanto a lograr vivir de veras como a ayudar a los míos a que la vida fuera algo más que la lucha por la supervivencia. Fue lindo mientras duro.
Una transición de esta naturaleza requiere ante todo de una presencia de ánimo imbatible y una claridad total, cada paso tiene que ser fruto de una planificación exquisita, hay demasiado en juego y los errores pueden ser literalmente fatales pero el dinero es también indispensable.
Durante mucho tiempo me enorgullecí de lo que logre con el convencimiento absoluto de no haber cometido errores, gracias, entre otras cosas a la ayuda invaluable de mi amiga Gloria, quien cometió todos los errores imaginables y otros difíciles de concebir. Ella me tomo bajo su egida y me abrió los ojos ante un camino plagado de trampas, senderos sinuosos y bifurcaciones engañosas.
Logre dotar a mi familia de todo lo indispensable y también de lo que casi entraría en la categoría de lujo para las condiciones del mas allá, me prive incluso de muchas cosas con orgullo genuino; sentía que era un privilegio tener la ocasión de ayudarles, no lo vi nunca como una limosna ni como una inversión, ni siquiera como un camino para la aceptación y menos para la redención, con esa misma medida de orgullo asumí que mi transición no merecería el punto final hasta el reencuentro con los míos, por eso asumí los gastos del cambio de identidad con Cuba con los dientes apretados pero con el convencimiento de que era para bien.
Logre dotar a mi familia de todo lo indispensable y también de lo que casi entraría en la categoría de lujo para las condiciones del mas allá, me prive incluso de muchas cosas con orgullo genuino; sentía que era un privilegio tener la ocasión de ayudarles, no lo vi nunca como una limosna ni como una inversión, ni siquiera como un camino para la aceptación y menos para la redención, con esa misma medida de orgullo asumí que mi transición no merecería el punto final hasta el reencuentro con los míos, por eso asumí los gastos del cambio de identidad con Cuba con los dientes apretados pero con el convencimiento de que era para bien.
Inesperadamente perdí mi fuente principal de ingresos y sobrevino una cadena de infortunios derivados de esta pérdida que me pusieron al borde mismo del abismo; gracias a los amigos de veras y alguna que otra bendición aún más inesperada logre capear el temporal pero justo en medio de las miserias peores recibí una carta de mi madre en la que me exhortaba a arrepentirme ante Dios de lo que había hecho con mi vida porque hasta tanto tal cosa no sucediera “no me iba a ir bien”, lograr poner en blanco y negro lo que sentí entonces me es imposible, baste decir que la decepción me devolvió a las depresiones sin nombre y de otra época que ya creía conjuradas para siempre, le respondí en tono muy firme que no iba ni a pedir perdón ni a arrepentirme de haber tenido el coraje de luchar para lograr mi felicidad más íntima.
Pasaron unos meses sin comunicación alguna, entonces recibí por correo ordinario un sobre enorme con cartas de mi madre, mi padre y mi hermana, las cartas más devastadoras que jamás habría podido imaginar, en las que me decian, entre otras cosas que si les enviaba dinero lo iban a quemar delante de quien lo llevara. ¿Hay que decir más? Y todo en nombre de la infaliblemente divisiva religión.
Tengo aquí la familia que he sabido ganarme con mis actitudes, mi generosidad y mi talento, esa es, a fin de cuentas, la verdadera familia, la otra decidió que yo no tenía lugar en sus vidas. ¡Que su Dios les bendiga la decisión!
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Ahhhh, family ...
A society like the one where I live and where I have made most of my dreams a tangible reality is far from perfect but much closer to my aspirations than the utopia promised to me in the place where I was born. Economy determines everything here and not like in the miserable little island where ideology is ahead of the most elementary forms of pragmatism. Like most Cubans we would much rather "skip insularity" than stay there, as a good friend said. Ever since I left I assumed the sweet obligation to financially assist my family, with the tremendous pride of having achieved my miraculous transition without failing to fulfill what I always considered my sacred duty; it cost me many hours of dedication to one, two and sometimes three jobs with armored conviction that every hour, every day, every week approached me to my goal of living my real life while helping my family to make sure that for them life was more than a daily struggle for survival. It was nice while it lasted.
A transition of this nature requires above all an unbeatable presence of mind and total clarity, every step has to be the result of exquisite planning, there is too much at stake and mistakes can be literally fatal but money is also indispensable.
For a long time I was proud of what I had achieved with the absolute conviction of not having made any mistakes, thanks among other things to the invaluable help of my friend Gloria, who made every conceivable mistake and other difficult to even fathom. She took me under her wing and opened my eyes to a road littered with traps, winding paths and misleading bifurcations.
I provided my family in Cuba with everything they needed and even with what can almost fall into the luxury category for the conditions of the miserable island. I even deprived myself of many things with genuine pride; I felt it was a privilege to have the opportunity to help, I never saw it as charity or as an investment, nor even as a way for acceptance and even less for redemption, with that degree of pride I assumed that my transition would only reach its end when I got together with my family in Cuba, so I assumed the costs of the change of identity with Cuba* through gritted teeth but with the conviction that it was for a good reason.
Unexpectedly I lost my main source of income and there was a string of misfortunes arising from this loss that put me on the very brink of the abyss; thanks to true friends and some other more unexpected blessings, right in the middle of my worst miseries I received a letter from my mother in which she exhorted me to repent before God for what I had done with my life because until such a thing happened "Nothing would ever go well" for me, Putting in black and white what I felt then is impossible, suffice to say that the disappointment brought me back to the nameless depression of old that I thought I had conjured for good, I answered with my very firmest tone that I was neither to apologize nor to regret having had the courage to fight to achieve my most intimate happiness.
A few months went by without any communication, then I received by mail a huge envelope with the most devastating letters that I could have ever imagined, they were from my mother, my father and my sister in Cuba; they told me, among other things, that if I sent them money ever again they were going to burn it in front of whoever brought it to them. Should I say more? All in the name of the always inevitably divisive religion.
I have in Canada the family that I have earned with my attitudes, my generosity, and my talent, that is, after all, the true family, the other decided that I had no place in their lives. May their God bless their decision!
*The Cuban government forces
anyone born in Cuba to go back exclusively on a Cuban passport, regardless of
any other nationality you have acquired, this is done in violation of Article
30 of the Cuban Constitution which says that any Cuban who acquires another
nationality automatically loses their own, however, if you were born in Cuba
you have to pay for the most expensive –and useless- passport in the world in
order to visit the country where you were born, it’s a money-making scheme from
the Cuban authorities, just like the thousands of dollars I had to pay for them
to amend my Birth Certificate.